Hace unos años un familiar plantó varias luffas, así que pedí que me guardase una para probarla. Solo hay que dejarla secar (en un lugar templado y seco), pelar la piel marrón que recubre el exterior, y sumergirla en un barreño con agua templada y un poco de lejía (usad guantes). Se masajea para ayudar a sacar las semillas y los restos de piel. Luego se aclara con agua y se deja secar en un radiador caliente o tendedero.
En mi caso, como la utilizo para fregar loza, cazuelas, etc... la corto en trozos más cortos para un manejo más fácil. Es tan simple como mojarla, añadir jabón o lejía y fregar, cuando terminas se aclara y se deja escurrir en un escurre esponjas de cocina. No genera apenas olores, tan poco ralla la loza, se va desgastando poco a poco hasta que se queda muy fina y desgastada, entonces la cambiamos por un trozo de luffa nuevo.
El motivo por el cual decidí cambiar la típica esponja plástica por una esponja de luffa es porque me preocupa que, gracias a la industria de las esponjas y estropajos de fibras plásticas y sintéticas, estemos llenando todo el agua de micro plásticos. Cada vez que usamos estas esponjas artificiales se desprende trocitos y partículas de plástico que acaban en ríos y océanos... Y tarde o temprano en nuestro cuerpo y el del resto de seres vivos del planeta. Esto a su vez contribuye a más casos de cáncer en teoría. Así que pongo mi granito de arena sustituyendo las esponjas sintéticas por esponjas de tejidos naturales y biodegradables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario