Hace años estando de invitada en la casa de unos señores mayores, vi en el baño un bote antiguo de polvos de talco Ausonia. Me quedé mirándolo, y me acordé de las Navidades que pasaba en mi infancia.
El recuerdo de la casa de mis abuelos montando entre algunas tías y los primos el Belén. Nos pegábamos por colocar cada
figurita. Y mis tíos y tías habían jugado tanto con el Belén que al final uno tenía tres puentes, dos juegos de reyes magos de diferentes tamaños, dos Vírgenes María, tres ángeles, cinco lavanderas y ninguna estrella para el portal. Pero resultaba
divertido dar orden a todas aquellos personajes y después inventar historias
dispares o romances de amor con ellas.
El río lo hacíamos con papel de aluminio, las montañas con un trozo grande de corteza de árbol, donde siempre colocábamos las cabras. La nieve la hacíamos con polvos de talco, y mi abuela se cabreaba por que gastábamos el bote entero. Sin olvidar el típico musgo de pinar con sus minúsculas hojas de color verde vivo y sus formas estrelladas, y la textura de la tierra húmeda del campo…
El río lo hacíamos con papel de aluminio, las montañas con un trozo grande de corteza de árbol, donde siempre colocábamos las cabras. La nieve la hacíamos con polvos de talco, y mi abuela se cabreaba por que gastábamos el bote entero. Sin olvidar el típico musgo de pinar con sus minúsculas hojas de color verde vivo y sus formas estrelladas, y la textura de la tierra húmeda del campo…

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