Hace años, subiendo por una ladera repoblada de pinos que habían podado, vi unas piñas pequeñas en las ramas cortadas, y me parecieron tan bonitas que no pude resistirme. Así que las comprobé con cuidado y como no tenían insectos dentro y estaban bastante intactas decidí llevarme unas pocas en una bolsa. Las dejé ahí un par de años, hasta que me animé ha hacer algo con ellas.
El primer paso ha sido lavarlas, las he cocido 10 minutos a fuego medio alto cubiertas de agua y con un vaso de vinagre. Luego las he escurrido, y he lavado la cazuela a conciencia.
Con unos guantes de algodón
y otros de goma encima, he frotado las piñas de una en una con ayuda de un
nanas (estropajo de lana de acero para fregar), consiguiendo quitar los
líquenes. Las he puesto a secar en el radiador, cosa que ha hecho que vuelvan a
abrirse (con la humedad se cierran y con el calor se abren). Y había pensado en
tratarlas con Corpol, pintarlas un poco y barnizarlas, pero la verdad es que se
pueden dejar como se ven en las fotos. Quedándolas unas pequeñas gotas de
resina que las confieren un toque dorado y mágico. Supongo que
dependiendo de los gustos de cada uno se pueden dejar al natural, lavadas, o ya
tratadas y pintadas.
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