Cuando era niña soñaba con aprender alfarería, o ser bailarina de ballet. Como nadie en mi entorno me valoraba ni quería gastarse dinero en mi, cuando llegué al instituto comencé a pensar que a lo mejor podía estudiar biología o geología... Y cuando me di cuenta de que siempre se me daban mal matemáticas y física, siendo incapaz de superar la nota media para la universidad, me quedé rota. Terminé estudiando un bachillerato muy diferente, y haciendo un Módulo de Grado Superior. Después de años y años repartiendo curriculums, y con trabajos muy escasos y de cualquier cosa menos aquello para lo que me preparé, terminé enfermando. Así me quedé, enferma y desatendida por la familia, la sociedad y el estado. Viviendo de las migas que me da la familia maltratadora y egoísta de la que llevo desde la infancia queriendo escapar. Con todo esto lo que quiero decir es que -De lo que uno cree que será de mayor a lo que terminará siendo... Hay un abismo- Se que hay gente que con poco o mucho esfuerzo, debido a ciertas circunstancias de la vida, terminan más o menos teniendo una vida prospera o aceptable. Pero no todos tenemos la misma vida.
Cada persona es un hilo, un destino... A día de hoy, en ocasiones, pienso en esto fríamente. Lo que deseamos ser y lo que la vida nos da realmente. Me doy cuenta de que el destino puede empujarnos a aprender cosas que jamás hubiésemos hecho por nuestra cuenta. Y ese aprendizaje puede ser muy, muy duro.
Desde que somos niños hasta que morimos, pueden pasar muchas cosas ¿Aprendemos a ser mejores personas con los años o empeoramos? ¿Las malas experiencias nos enseñan a ser más sabios o más egoístas?
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